Con Cristo en el corazón cuidemos la vida
Visitar y acompañar a los enfermos es hacer presente el amor misericordioso del Señor que sana, cura, levanta. Estos son algunos consejos para tener presente en nuestro acompañamiento a los enfermos:
Con Cristo en el corazón, cuidemos la vida.
Debemos tener en cuenta:
• Cuando visites a un enfermo es necesaria la sencillez y una gran delicadeza. No olvides que el dolor agudiza la sensibilidad.
• Cuando la ocasión se presente, y se presentará ciertamente si tu amas al enfermo, él mismo te contará su historia. No es necesario que hables sino que escuches.
• No le compadezcas nunca. No le demuestres lástima jamás. Limítate a manifestarle tu disponibilidad total.
• Lo mejor que tú puedes aportar al que sufre es ayudarlo a encontrarse consigo mismo, y esto se hace con paciencia y perseverancia, siempre sobre una base real, concreta.
• Es posible que el sufrimiento una a Dios más que la alegría. Limítate a sugerirlo, pero no con palabras o sentimentalismos sino con actitudes. Siempre será necesario darte a ti mismo.
• Decir que Dios le ama mucho es muy bonito y es verdad. Pero no es el amor de Dios lo que tú tienes que probar, sino el tuyo, y esto no se prueba con palabras.
• Dios será percibido por el enfermo según las circunstancias y momentos que atraviesa; tú intenta hacérselo presente con discreción y sumo respeto. Dios se manifestará a su tiempo.
• Llénate de Dios, pero acércate al que sufre como si solo él existiera; de esta manera infundirás sobre él el influjo de Dios.
• Muéstrate optimista en todo momento, alegre con discreción, aun en los momentos agudos de dolor siempre habrá una ranura para dejar pasar la esperanza y una lucecita para sembrar la alegría.
• Tal vez te preguntes: “¿Qué puedo decirle yo al que sufre?”. El que sufre no necesita palabras; necesita que lo escuches, tu presencia y cercanía.
• Cuando él te tome por confidente de sus problemas, interésate por ellos y trata de comprenderlos; él, en su fina percepción, sentirá que en ti ha encontrado eco. Puede ser que te encuentres impotente para quitarle la carga tan pesada de sus hombros, pero te aseguro que habrás aliviado grandemente su corazón.